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Los científicos están preocupados por la gran cantidad de satélites que se dirigen a la órbita terrestre

Más de un millón de satélites artificiales están registrados para su lanzamiento a la órbita terrestre baja, alertan los científicos.

La Tierra tiene solo un satélite natural, pero cuenta con hasta 20 mil artificiales, sin contar los que ya no están funcionando. Esa cantidad está lejos de recudirse, por el contrario, la tendencia es que aumente significativamente durante los próximos años. Con más precisión, un nuevo estudio, publicado en Science, indica que más de un millón de satélites llegaran a la órbita terrestre en un futuro cercano.

Para establecer el número mencionado, los científicos responsables de este trabajo recurrieron a la base de datos de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), organismo de las Naciones Unidas responsable de conceder los espacios para el uso de satélites. Con conocimiento de lo anterior, todos los países deben presentar sus solicitudes de lanzamientos a esta entidad.

Los científicos descubrieron que naciones de todo el mundo han propuesto el lanzamiento de más de un millón de satélites. Estos objetos, sobre todo, estarán destinados a proporcionar servicios de internet.

Problemas de sostenibilidad y seguridad

Además de sacar a la luz esta información, los autores del estudio han revelado que la gran cantidad de solicitudes que figuran en los registros de la UIT puede indicar que las empresas o gobiernos, que hacen las peticiones, están apuntando hacia una cantidad superior a la que realmente se verá representada en órbita terrestre.

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De una u otra manera, los científicos están preocupados por la evidencia de que la humanidad está creando problemas de sostenibilidad y seguridad en un espacio orbital ya de por sí saturado.

Ante el panorama, el sitio especializado Space.com subraya la necesidad de leyes estrictas sobre el uso del espacio orbital compartido.

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Y, aunado a esto, los especialistas ven otro problema en esta sobrepoblación de satélites artificiales: la obstrucción a sus observaciones astronómicas. Un ejemplo es el caso del BlueWalker 3, un satélite reciente cuyo brillo dificulta las labores de los científicos.

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