De Pinar del Rio

Darle a la tierra en Pinar del Río el valor que merece

En Viñales municipio de Pinar del Río, todos conocen a los Moseguí. Los más de 30 años que han dedicado al cultivo del tabaco los convierten en un referente en el territorio. Sin embargo, diversificar producciones ha sido un estímulo, y desde 2015 las tierras forman parte del polígono municipal, ubicado en el poblado de San Cayetano.

Tres fincas familiares conforman el área que abarca 37.34 hectáreas, que además fue seleccionada para integrar el proyecto Ecovalor, una iniciativa del Fondo de Medio Ambiente Mundial (GEF por sus siglas en inglés) que promueve la generación de beneficios ambientales múltiples basados en la valoración económica de bienes y servicios ecosistémicos.

PRÁCTICAS QUE RINDEN FRUTOS

Desde el año 2010, por indicación del Ministro de la Agricultura, se comenzaron a establecer en todo el país polígonos para la conservación de suelos, agua y bosques bajo manejo sostenible, con el objetivo de implementar medidas encaminadas a enfrentar los efectos del cambio climático y extender las buenas prácticas agrícolas.

“Le pusimos Los Moseguí al polígono porque es el apellido de la familia, y lo componen tres fincas: El Paraíso, de Gilberto Moseguí Barredo; La Panchita, de Dorian Acosta Moseguí, y La Llanada, de Leonardo Alberto Cabrera Moseguí, mi padre”.

Así iniciamos el diálogo con Adel Cabrera Pérez, quien no solo es el coordinador del polígono, sino que se pega a la tierra a la par de sus primos, dedica tiempo a la capacitación de los campesinos de la zona y a incentivar el amor por la agricultura en los pequeños de la comunidad.

“El cultivo fundamental es el tabaco. Es una tradición familiar. También tenemos cerca de 35 cabezas de ganado y un microordeño que nos permite entregar la leche a la industria y a las bodegas”.

A diferencia de la mayoría, utilizan el guano para las paredes de su casa de cura, lo que permite una temperatura fresca y una mejor calidad de la hoja / Fotos: Jaliosky Ajete Rabeiro

Las producciones del polígono se han diversificado de tal manera, que además de dedicarse a cultivos como la frutabomba y el maíz, atesoran variedades poco comunes para zonas tropicales como la canela, la granada, el melocotón, la mora y la manzana.

Además del tabaco, han incorporado los cultivos varios y los frutales a las fincas / Fotos: Jaliosky Ajete Rabeiro

Igualmente le “sacan el jugo” al mango y a otras frutas a partir de una minindustria. “Se aprovecha toda la producción, y aunque es un equipamiento artesanal tiene muy buenas condiciones, que puede incluso llegar a certificarse.

“En cada una de las fincas del polígono contamos con despulpadora y enchapadora. Hacemos puré de tomate y jugos de mango, naranja y limón, aunque con los cítricos hemos decaído un poco. También es una oportunidad para que las mujeres trabajen, aporten y manejen su propia economía”, destaca Adel.

Conversamos en un pequeño ranchón que muchas veces funciona como centro de capacitación para los productores del poblado, otras es el espacio para recibir a los niños que se interesan por las prácticas agrícolas.

“Tenemos un círculo de interés en la escuela rural de la zona. Los niños vienen, hacemos acampadas, le damos un mínimo técnico de cómo hacer injertos y los motivamos a que se involucren en la parte agropecuaria, que es lo que más nos hace falta”.

Para Adel, quien no solo es ingeniero agrónomo, sino que en la actualidad hace un doctorado en Ciencias Agrícolas, es muy estimulante ver pasar distintas generaciones que recuerdan sus enseñanzas y que le llaman profe. “Es bueno que se sientan atraídos y motivados. Son oportunidades para que mañana haya fuerza de trabajo, que en eso tenemos muchos problemas”.

EQUILIBRIOS NECESARIOS

Pinar del Río es una de las cinco provincias implicadas en el proyecto Ecovalor, una iniciativa que implica importantes retos para cambiar paradigmas e incorporar elementos de la economía al medio ambiente, la conservación y protección de los recursos ecológicos implícitos en el plan de la Agenda 2030, que reconoce el equilibrio entre el capital natural y el financiero.

El proyecto se implementa por el PNUD y se ejecuta por el Centro Nacional de Áreas Protegidas. “Al Minag le dieron la oportunidad de seleccionar un polígono en la provincia para integrar Ecovalor, y por los resultados de nuestro trabajo nos insertaron. De ahí a la fecha nos visitan y nos han beneficiado con significativos insumos”, explica Adel.

“Antes de Ecovalor hacíamos algunas acciones, con limitaciones como es lógico, pues no es lo mismo cuando se suma un financiamiento internacional. Nos han beneficiado con sistema de riego para cada finca, equipo de cómputo, video beam, impresora. También con un tractor y una trilladora, y con eso prestamos servicio a más de cinco entidades, cooperativas y a campesinos”.

Asimismo, se realizan acciones de capacitación para evitar la degradación de los suelos. “Por ejemplo, cuando se trilla queda un volumen de desechos y eso se puede reincorporar a la tierra, en eso trabajamos con los campesinos y los incentivamos al uso de la materia orgánica.

“También nos han abierto otros horizontes, a veces cuando solo miras para la tierra te ciegas, y Ecovalor nos ha dado la posibilidad de llegar a otras provincias, de intercambiar con otros productores, tener otra visión y aprender”.

Adel resalta el apoyo del Citma en la provincia, el acompañamiento que le dan al polígono y la integridad que implica el trabajo constante, “como les gusta a los guajiros”, reafirma.

“Nos dan un seguimiento total y se sienten muy identificados con el proyecto. Aquí somos guardianes de los animales: tenemos un bosque de alrededor de seis hectáreas que funciona como corredor de aves endémicas y migratorias. Es una zona de paz.

“Prefiero ver una jutía rompiéndome la cerca que ver a alguien cazándola. No permito que cacen nada, y una de las primeras cosas que les enseño a los niños del círculo de interés es a no tener aves ni animales en cautiverio.

“Como campesinos tratamos de cumplir nuestros objetivos productivos, pero siempre con respeto. A cualquiera le molestarían los árboles en medio de los sembrados; sin embargo, hemos decidido mantener la palma cana y la palma real, y eso también nos rinde frutos, el guano, sobre todo, así como alimento animal.

“Trabajamos en las barreras vivas para proteger el suelo, y en las enmiendas para aportar materia orgánica. Cuando hay producción en las escogidas trasladamos la vena del tabaco y la usamos como compost. Así mantenemos el suelo vivo y es un nutriente que recupera”.

“LOMBRICES DE ESTA TIERRA”

Gilberto Moseguí y Alberto Acosta son dos de los proipietarios de las fincas que integran el polígono / Fotos: Jaliosky Ajete Rabeiro

Basta un breve recorrido por Los Moseguí para notar que allí no hay descanso. Gilberto y Dorian llegan al encuentro. Con mucho orgullo hablan de sus raíces, de su trabajo de sol a sol y de la importancia de generalizar las buenas prácticas en la comunidad.

“El guajiro lo único que hace es mirar pa’ la tierra. Hay que levantar la cabeza. La tierra que no sirve para una cosa sirve para otra, lo que sí no puede quedar es un pedacito sin sembrar. Diego Calzadilla decía que el rendimiento de las producciones estaba en el sellado de los campos”, acota Gilberto, quien es el productor de tabaco con mayores rendimientos en el municipio.

Cuenta que hace tres décadas dedicaban todo su tiempo a la solanácea, y aunque eso les ha valido ser los mayores productores de Viñales, han decidido expandir sus horizontes a los cultivos varios y otras iniciativas.

“Hay producciones aquí que no salen al mercado y a veces las perdemos, por eso estamos enfrascados en poner un quiosco que no solo tendrá guanábana, marañón, granada o harina de maíz, sino con la intención de brindarle comida al pueblo con productos de primera mano. Esa es la idea, abaratar precios, hacernos sentir”, sentencia Adel.

Tienen aprobado un proyecto de agroturismo, una oportunidad de estimular la fuerza de trabajo, que es lo más complejo por estos lares.

“Nacimos aquí, debajo de las palmas, somos lombrices de esta tierra, y la verdad, siento placer cuando hago cualquier cosa dentro de ella, lo mismo sembrando que guataqueando.  Cuando se le dedica todo el tiempo a alguien o a algo, se convierte en una cosa especial.

“En la casa es igual, el amor se cultiva también, y a partir de la familia se da todo. Mis hijos están en el campo, mi esposa también. La naturaleza es sabia, y hay que garantizar el seguimiento, el futuro de tanto trabajo”, comenta Gilberto.

Adel recuerda que cuando llegó a La Llanada, la finca de su padre, no había corriente eléctrica. Ahora mira con regocijo todo el camino recorrido. “Es muy gratificante que le puedas sacar frutos a la tierra, que veas cómo el esfuerzo que haces te recompensa después. Mi sueño es morirme aquí, que rieguen mis cenizas por alguna parte, pero aquí, en este pedazo de tierra”.

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