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Sandino Visión: 19 años en plano secuencia

Una luz se enciende. El 13 de noviembre vuelve a empezar. Se escucha el conteo, alguien ajusta el trípode, otro comprueba el retorno. Sandino no cumple un aniversario: toma aire. Respira como respiran los cuerpos cuando la cámara los sigue y los transforma en memoria.

Un travelling lento sobre rostros: Marisol, Calderón, Yamisel, Anaika, Tairis, Doraisis, Yuleidys, Marelis, Alberto, Lázaro, Omar, Idalma, Yusimi Rusmel, Yanara, Israel, Liuba, Rafael Macía, Juan Carlos Antigua, Alain, Arietis, Ángel, Alexis.
El plano abre: una semana de preparación en Telepinar, mochila al hombro, cuadernos con esquemas de edición, anotaciones torpes y necesarias. Regreso al municipio. Corte. Otra luz. Una puerta que se abre.

El departamento ideológico del PCC en Sandino: algo que nos prestaron para hacer grupo de edición. Un cuarto con mesa, sillas desparejas, un monitor que parpadea. No era glamour: era herramienta. Se escucha el clic del mouse, el zumbido de la máquina, el roce de una cinta sobre otra. La imagen se aprende con la mano, la mano aprende con el ojo. El ojo se hace comunitario.
Programas como escenas de identidad
Un paneo sobre los primeros proyectos. Cada título entra con su propia luz y su propio sonido.

– Así somos:
Identidad de las comunidades.
La cámara se pega al cuerpo de la calle: manos, voces, patios, escuelas. El sonido de puertas que se cierran y abren. La respiración de lo cotidiano.
– Panorama:
Ventana abierta al acontecer cultural.
Luz amplia, foco en los detalles: un violín, un mural, un ensayo. El ritmo es de sala de teatro y plaza pública. La música ocupa la toma.

– Acércate a nosotros:
Puente de cercanía y orientación social.
La cámara baja al nivel de los ojos. Preguntas en primer plano, respuestas en plano medio. Silencios que sostienen. La voz en off acompaña, no interrumpe.

– De nuestra cultura:
Rescate de raíces latinoamericanas.
Colores saturados, banderas, tambores. El sonido del tambor late como corazón. La imagen viaja, vuelve, se arraiga.

– Elresumen informativo semanal :
El noticiero del pulso local.
Corte preciso, titulares que entran como ráfagas. La luz de estudio, el rojo que marca urgencia, la pausa que da contexto.

– Dosis de salud:
Educación vital en temas de salud.
Tonos limpios, gráficos claros. El micrófono capta la palabra médica, la traduce para la casa. El sonido del estetoscopio se convierte en símbolo.
– Lente crítica:
Mirada aguda y necesaria, trabajo de opinión.
Contraluz, encuadres tensos. La cámara no acusa: pregunta. La música baja para que la palabra pese.

– Tarde infantil:
Programa infantil, el más laureado.
Luz blanda, colores vivos. Risas en campo abierto, juegos que entran en foco. El sonido es fiesta y aprendizaje.

Otros formatos que hicieron cuerpo
– Documentales de tradiciones:
Rastros y voces, historias a fuego lento.
La cámara se detiene en el gesto que transmite herencia: un tejido, una receta, una canción.
Cincelarte , más tarde, pero identitario:
Cultura trabajada a golpe de imagen.
La luz dura sobre el relieve, la cámara toma la textura de las obras, el sonido de las herramientas sobre la materia.

– Alas ,Poder y pasión (novela):
El pueblo mirando la pantalla como a un espejo emocional.
Close-ups que arden, diálogos que no se olvidan. La música sostiene el vértigo

– Luces:
Las primeras eran prestadas, y alcanzaban. La luz de estudio convivía con la luz de patio. Abríamos una escena como quien abre una ventana: con precisión y esperanza.

– Acción:
Entrar a grabar después de semanas de preparación era salir de uno mismo. Se dejaba la familia y se ganaba una causa. La acción no era solo “cámara, motor”: era comunidad diciendo “aquí estamos”.

– Sonido:
Un pueblo suena: viento en los pasillos, niños en recreo, radios que filtran noticias, aplausos en festivales. El sonido fue columna vertebral: pegado a la respiración de Sandino.

Los que siguieron no repitieron: preservaron. Ajustaron blancos, cuidaron archivo, sostuvieron formatos, abrieron otros. Mantuvieron la ética del encuadre: mirar sin concesiones, narrar con respeto. El legado de los inicios no está en una vitrina: está en el uso vivo de cada plano, en la edición que no traiciona, en la palabra que no se adorna más de lo necesario.

El 13 de noviembre se encienden las luces. Alguien dice “aniversario”. La cámara hace un último travelling sobre rostros que cambiaron y siguen. Un pueblo mira. Se escucha un silencio breve —el silencio que antecede a la verdad— y entonces, acción: Sandino Visión confirma que un telecentro también puede ser un corazón. Que la memoria, cuando se filma con alma, transforma. Que 19 años caben en un plano secuencia si el pulso es el de la gente.

 

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