De SandinoSalud

La mujer que endereza sonrisas y destinos

Cuando Yisel Prieto Ramos llegó al 12 grado, no pensaba en aparatos ni en mordidas cruzadas. Pensaba en la biología pura. En células, tejidos, vida microscópica. Lo dijo por interno, como quien confiesa un amor que no prosperó. Pero algo pasó. Algo que no se puede explicar con fórmulas. Algo que la volcó, con cuerpo entero, a la ortodoncia.

Hoy, en el Día de la Estomatología Latinoamericana, Yisel lleva 17 años trabajando en la clínica Carlos Ulloa. Diecisiete años restaurando dientes, pero también infancias. Porque su verdadera especialidad no está en los moldes ni en los alambres. Está en los niños.
Le gusta trabajar con ellos. Les habla bajito, les explica con dibujos, les enseña que el dolor no siempre gana. Su mayor satisfacción, dice, es verlos sonreír después del tratamiento. Y uno le cree. Porque hay sonrisas que no se fabrican: se liberan.
Antes las limitaciones que son muchas, Yisel busca alternativas. No hay materiales, pero si solidaridad. Entre pacientes. Entre colegas. Entre madres que esperaban con los ojos llenos de miedo y esperanza.
Dice que si volviera a nacer, sabría elegir. No tendría dudas. Sería ortodoncista otra vez. Porque no se trata solo de dientes. Se trata de destino.
Yisel no endereza piezas dentales. Endereza caminos. Y lo hace con la precisión de quien sabe que cada milímetro importa. Que cada niño merece una sonrisa que no duela.
Hoy, mientras en toda Latinoamérica se celebra la estomatología, Yisel no está en un podio. Está en su sillón, con guantes puestos, buscando alternativas, como siempre. Porque la vocación no se mide por títulos, sino por lo que se hace cuando falta todo… menos el compromiso.

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