La cultura no tiene momento fijo
El sol de Sandino marca las horas con su luz intensa, pero para Teddy Pérez esas horas nunca han sido suficientes. Trabajadora de la Biblioteca Ramón Lazo, ha aprendido que la cultura no se mide en relojes ni calendarios, sino en la entrega constante que exige el día a día.
La cultura no tiene momento fijo, repite como quien conoce de cerca las complejidades de la vida cotidiana. Por la mañana, entre estantes y catálogos, organiza la memoria escrita de la comunidad. Al mediodía, recibe estudiantes que buscan respuestas en las páginas. Y al caer la tarde, diseña talleres y encuentros que convierten la lectura en celebración. Cuando la noche llega, su pensamiento sigue despierto: ¿qué nueva idea acercará mañana la historia y la poesía a Sandino?
Su labor no se mide en medallas, sino en gestos invisibles: el niño que aprendió a leer en la sala de la biblioteca, el anciano que encontró compañía en un libro, el joven que descubrió en la palabra un camino de futuro. Cada uno es parte de su legado, silencioso pero profundo.
“Entré por amor a los libros y a la enseñanza —confiesa—. Desde entonces supe que mi misión era servir a la comunidad, acercar la historia y el conocimiento a cada persona que lo necesitara”.
La cultura no tiene momento fijo, y Teddy lo sabe mejor que nadie. Por eso su labor se extiende más allá de los muros de la biblioteca: círculos de lectura, charlas históricas, talleres literarios que hoy sostienen la identidad cultural de Sandino.
Cuando se le pregunta hasta cuándo seguirá, sonríe con serenidad: “Mientras tenga fuerzas y mis compañeros me acompañen, estaré aquí. La cultura es mi vida y Sandino mi razón de entrega”.
En el Día del Trabajador de la Cultura, su figura se levanta como símbolo discreto pero poderoso: la mujer que, bajo el sol y entre las complejidades del día a día, ha sabido custodiar la memoria y sembrar futuro. Porque, como ella misma demuestra cada jornada, la cultura no tiene momento fijo.
