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La Maldición de Munrigo Marina en Palmarito: La Casa Que No Acepta Vivos

En Palmarito, entre caminos olvidados y sombras que se extienden al anochecer, se alza una mansión imponente, solitaria y maldita: la casa de Munrigo Marina. A primera vista, su arquitectura es majestuosa. Sin embargo, es un hogar condenado al abandono, un lugar donde nadie puede vivir sin sentir el peso de algo que no pertenece a este mundo.

Las Primeras Advertencias
Cuando la construcción terminó,hubo quienes intentaron mudarse. La casa prometía una vida placentera, pero la primera familia huyó antes de que pasara un mes. No hablaban de lo que vivieron, solo murmuraban entre dientes que las noches allí no eran normales.

Otros se atrevieron a habitarla. Ninguno duró más de una semana.

La historia del lugar comenzó a circular.

La gente del pueblo hablaba de los calderos que caían solos, del sonido de máquinas de coser que trabajaban sin manos, de pasos arrastrándose en la oscuridad, de autos que rugían aunque el garaje estuviera vacío.

Lo peor eran las puertas.

Dicen que, a veces, sin previo aviso, las puertas se cerraban solas, atrapando a quienes estuvieran dentro.
Otros afirman que cuando intentaban salir, la casa cambiaba. El pasillo era más largo, los muros más cercanos, como si el propio lugar quisiera devorarlos.

Las Noches Malditas
Cuando el sol se oculta, la casa despierta.

Las paredes como espejos reflejan sombras que no deberían estar allí.
Las ventanas laten como si tuvieran pulso.
Y desde las paredes… se escucha el sonido de alguien respirando.

Un hombre del pueblo quiso desafiar la leyenda y pasó una noche en la casa. Llevó lámparas, comida, todo lo necesario para demostrar que los rumores eran solo fantasías. Pero a la medianoche, escuchó un golpe en la cocina. Se levantó y vio los calderos esparcidos en el suelo, moviéndose lentamente como si una mano invisible los empujara.

Intentó salir, pero la puerta ya no estaba. Solo había un pasillo que antes no existía. Al fondo, un susurro.

Algo se movía, algo que jamás debería existir.

Amaneció en el umbral de la casa, con marcas en la piel y la mirada perdida. Nunca volvió a hablar del tema. Nunca volvió a acercarse.
Destino Sellado

Hoy en día, la casa de Munrigo Marina sigue en pie, esperando al próximo curioso que se atreva a entrar.

Los vecinos ya no intentan convencer a nadie de la maldición.

Solo advierten, con ojos llenos de miedo:
«Si ves una luz encenderse dentro de la casa, aunque esté vacía…
no mires demasiado tiempo. Porque podrías encontrar que la luz no está sola.»

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