De SandinoSociedad

2o25, el año que nos dolió, el año que nos sostuvo

El año se despide con la lentitud de un animal cansado. Nos deja cicatrices, nos deja cansancio, nos deja la memoria de noches interminables. Pero también nos deja la certeza de que seguimos aquí, de pie, respirando, inventando, sosteniendo.

Este 2025 fue un año de calamidades: enfermedades que se colaron en las casas como ladrones silenciosos, migraciones que vaciaron las calles y las mesas, apagones que nos devolvieron al tiempo de las sombras. Y sin embargo, aquí estamos.

La resiliencia no fue resistencia impuesta: fue deseo libre. Fue la decisión de levantarse aun con fiebre, de inventar luz en la oscuridad, de transformar la carencia en ingenio. Fue la voluntad de un pueblo que eligió no rendirse, que eligió seguir, que eligió creer que la esperanza no se apaga ni con el más largo apagón.

Y mientras el 2025 se apaga, el 2026 se abre como una página en blanco. Una página que queremos escribir con otra tinta: la de los deseos, la de las aspiraciones, la de la esperanza elegida.

Queremos un año donde la salud no sea un lujo, sino un derecho que se cumpla en cada casa. Queremos que las fiebres se apaguen, que los huesos descansen, que las articulaciones no crujan como puertas viejas. Queremos que la enfermedad deje de ser protagonista y que la vida vuelva a ocupar el centro de la escena.

Queremos un año donde las migraciones no sean despedidas dolorosas, sino encuentros posibles. Que los que se fueron puedan volver, que los que se quedaron encuentren razones para seguir. Que las mesas se llenen otra vez de voces, de risas, de historias compartidas.

Queremos un año donde los apagones no nos obliguen a inventar luz, sino que la luz llegue como un derecho cumplido. Que la electricidad no sea un milagro, sino una certeza. Que podamos leer, estudiar, trabajar sin que la sombra nos interrumpa.

Queremos un año donde podamos ser optimistas no porque no nos queda otra, sino porque la vida nos ofrece motivos reales para serlo.

Queremos un año de inclusión, de comunidad, de abrazos que no se rompan. Un año donde la dignidad sea más fuerte que la calamidad, donde la solidaridad sea más grande que la escasez.

El 2026 nos espera con desafíos, sí. Pero también con la posibilidad de escribir otra crónica: una crónica de recuperación, de encuentros, de luz. Una crónica donde la esperanza no sea apenas un gesto mínimo, sino un horizonte amplio.

Porque ser cubano, ser sandinense, es vivir con la certeza de que la vida siempre encuentra un resquicio para florecer. Y en ese resquicio, en esa grieta luminosa, caben todos nuestros deseos: salud, unión, luz, dignidad, futuro.

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