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Sandino, donde la historia se viste de poesía

En Sandino, cada piedra, cada calle y cada rostro guardan los ecos de un pasado que se niega a ser olvidado. No es solo un pueblo, es un crisol donde la memoria colectiva se alimenta con versos y relatos, donde la historia deja de ser un conjunto de fechas para convertirse en sentimientos, en voces que aún resuenan en el corazón de quienes la viven.

Cada 18 de mayo, cuando el mundo celebra el Día Internacional de los Museos, aquí la conmemoración toma una forma especial: un festival donde la poesía y la aventura se funden para recoger el sentir de la gente hacia su propia historia. En cada esquina se declaman versos que transforman documentos olvidados en emociones vívidas, que dan vida a batallas antiguas, a héroes anónimos, a las pequeñas historias que construyen una identidad.

Los historiadores, aquellos guardianes de la memoria, se convierten en protagonistas de la jornada, narrando con pasión los relatos que han rescatado del tiempo. No hay vitrinas frías ni documentos amarillentos encerrados entre paredes; aquí la historia se camina, se recita, se siente. Los jóvenes exploran antiguos caminos, descubren ruinas que sus abuelos alguna vez tocaron con sus propias manos. Todo se transforma en un viaje donde el pasado no es un relato distante, sino una realidad palpitante.

Porque en Sandino, el museo no está limitado por muros; está en cada casa, en cada tradición, en la palabra de quienes se resisten al olvido. Y este festival no es solo una celebración, sino un grito de identidad, una afirmación de que la historia no es algo que se visita, sino algo que se vive.

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